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San Pablo al escribir a los Filipenses les dice que Dios constituyó a Jesús como Señor y que le concedió todo poder en el cielo y en la tierra. Jesús es el Señor del universo y toda criatura le está sometida; Dios le hizo juez de vivos y muertos. El cristiano necesita aceptar a Jesús en su vida de cada día como su Dios y Señor y le ha de entregar todo su ser, acciones, pensamientos, deseos y proyectos. Decirle Señor a Jesús supone hacer lo que él nos pide.