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Dios nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestras propias obras, sino por su propio amor infinito. Nos concedió este favor en Cristo Jesús antes de todos los tiempos.
Reflexiona
"No te avergüences, pues, ni del testimonio que has de dar de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero; sino, al contrario, soporta conmigo los sufrimientos por el Evangelio, ayudado por la fuerza de Dios, que nos ha salvado y nos ha llamado con una vocación santa, no por nuestras obras, sino por su propia determinación y por su gracia que nos dio desde toda la eternidad en Cristo Jesús" (2 Timoteo 1,8-9).