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El amor de Dios es infinito y su misericordia a sus hijos también lo es. Seamos fieles a él y regresemos a él con inmenso amor y obediencia. Con la certeza de que nos recibirá aun por encima de nuestro pasado y nuestros pecados.
Reflexiona
"Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual" (Romanos 12,1).